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Mostrando entradas de 2017

Leer

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    Tiene más de ochenta años y es muy guapa. Los años y las arrugas dan belleza a algunas mujeres. Aunque quizás lo que más las embellece sea la dignidad.      Lleva el pelo corto y ahuecado. Los viernes va a la peluquería del barrio. Podría ir cualquier día porque su tiempo le pertenece pero así el domingo está curiosa para la misa de doce, que ya se sabe que la gente se fija todavía en esas cosas. El resto de la semana se pone esos tubitos que le alejan el escaso pelo teñido de castaño del cuero cabelludo. ¡ Ay, si algunas ideas pudieran alejarse de su cabeza con la misma facilidad!       Viste de azul marino, que no de negro. Y en la silla vacía a su derecha ha dejado un bolso beige, bueno, de esos de marca,  que ya dicen sus hijos que bien lo merece. Se juntaron para comprárselo como se juntan ahora para celebrar lo que sea, cuando la prisa les deja.       Ha llegado y ha pedido un café con leche. Ha pedido el periódico de la casa y se ha quitado la gabardina, para

La Campera

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     Los sábados tocaba subir. Subir,  porque la carretera serpenteaba y giraba mil veces siempre hacia arriba. Es curioso: creo que en aquel trayecto, a pesar de la frecuencia con la que me pasaba, nunca me mareé.  Y dos o tres curvas eran y aún son , a pesar de los años y las perspectivas de adultos que acaban con todo recuerdo romántico,  peliagudas. Unos metros de recta dejaban adivinar el final del viaje y el encuentro con ellas:las mujeres de mi familia paterna.      Me rodean las mujeres fuertes.  O más fuertes. Mujeres con vidas duras y pocas alegrías fáciles; mujeres que se curraron la felicidad a base de muchas lágrimas,  viudedades y pérdidas tempranas de hijos, de padres, de apoyos. Mujeres que decidieron por sí mismas y se pusieron como peineta los qué dirán. Mujeres cansadas y menudas, llenas de sol del que abrasa cuando se trabaja desde el amanecer hasta que las piernas varicosas ya no aguantan más.      Y las mujeres de mi familia paterna son especímenes en ex

SOLO

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    Hace un tiempo que pasea solo. Da una vuelta a la manzana. Cuando se siente con más ganas y le sobran minutos se aventura una manzana más.      Las manos a la espalda, cruzados los dedos sobre algún trocito de papel que ha doblado mil veces y que aprieta con las uñas. Antes, cuando los paseos eran más largos y llegaban a sentarse al parque, cortaba alguna hoja de un seto verde perenne y ella le recriminaba a la vuelta que siempre llevaba las huellas de los dedos sucias. Y él se encogía de hombros.    Hace un tiempo que pasea solo y en su lento caminar va observándolo todo. Se detiene a leer las ofertas de la carnicería nueva y le sorprenden la de platos que ya se venden medio hechos. Mira dentro de los bares de barrio, estrechos, sin apenas más sillas que las que permiten apoyar codos y vidas cansadas en la barra. No se permite ni una pinta. Que se conoce.     Algunas mañanas se encuentra a un vecino de antes, de cuando en el barrio se llevaba eso de hablar con el vecindari

La ría

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     Él quería ser doctor como don Julián. Cuando todos en el pueblo calzaban madreñas y zapatillas, aquel hombre pulido y repeinado llevaba zapatos de cordones, lustrosos, nuevos. Hablaba sin acento y se limpiaba las comisuras de los labios con un pañuelo de hilo que le asomaba tímido por el bolsillo.     Estudia mucho, le decía doña Rosario cada mañana en la escuela. Y él se esforzaba tanto que le dolían los ojos de leer una y otra vez su única enciclopedia.      Acabará ciego y no le servirá de nada en la mar, al señoritingo este, refunfuñaba su viejo, mirándole de reojo las manos de piel aún sin curtir, cuando alguna mañana coincidían en tiempo y espacio compartiendo un café con leche oscuro y amargo.      La mujer callaba y por dentro rogaba un futuro mejor para aquel niño de pelo negro, mientras ahorraba monedas en un bote de conservas con una etiqueta desteñida junto a la caja que atesoraba un vestido de novia anticuado y mucha ilusión vieja.     Un verano lluvioso

Leyendo

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     Acababa de jubilarse cuando decidieron que era el momento de operarse de cataratas. Le daba pánico. Es lo que suele pasarle a aquellos que nunca han estado enfermos. Los hospitales, aunque sea para asuntos rutinarios dan un cierto repelús.       Tras unos días de cabeza rígida y pasó vacilante, descubrió que llevaba años sin ver. La luz adquirió brillo y los colores surgieron de golpe y porrazo. Y de pronto las letras se mostraron con nitidez. Y empezó a leer.       Al principio, con vergüenza y lentitud. Es lo que tiene la falta de hábitos. Después,  cogió carrerilla y se lanzó a la novela.      De ahí a convencerla para que visitara la biblioteca no hubo un paso ni fue fácil.  Muchos años de ignorancia llevan a pensar que hay un mundo no reservado para algunos. Pero el tesón o la cabezonería de los nietos pudo con sus sonrojos.      Gracias a la pasión que sienten las personas de buen hacer por su trabajo, la bibliotecaria, joven y menuda de cuerpo pero no de lecturas

La dote y el ajuar

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        He mudado la cama de la niña esta mañana. Ha elegido las sábanas blancas de algodón. Son unas sábanas heredadas. Unas sábanas que le encantan porque son frescas, no les salen bolitas,  y cuando están recién planchadas, la sensación al rodearse con ellas es tan sumamente agradable...     Esas sábanas tienen tranquilamente 70 años. Si no tienen algunos más. Tienen bordadas dos iniciales,  barrocas, recargadas, rodeadas de flores. Son una A y una V. La A es de Alfredo; la V de Virginia.        Eran mis tíos abuelos, aunque ejercieron siempre de abuelos sin más.  Él, alto, delgado, con mala vista porque el plumín  de un compañero de colegio, allá por los años 20 fue a parar a su ojo y le hizo depender para siempre de unas gafas de pasta oscura y cristal grueso. Ella, pequeñita y regordeta, con una sonrisa eterna y una risa contagiosa. No podían ser más buenos, porque ellos habían inventado la bondad y a partir de ellos sólo se daban imitaciones, que no digo que no estuvi

LOS NIÑOS Y EL CINE. EL CINE Y LOS NIÑOS.

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       Sigo con Nuestra casa en el árbol . Hay libros que se dejan exprimir hasta extremos insospechados y eso le pasa a este.         Michael, uno de los niños de este canto de amor a la infancia, es un cinéfilo empedernido. Es disléxico y odia el colegio porque no le aporta nada. Porque es un niño con inquietudes, listo como el hambre y con una capacidad alucinante para argumentar y debatir. El cine le sirve para aprender, para comunicarse, para crear teorías, para formar una personalidad que Lea Vélez ha confeccionado con mimo y supongo que con retazos de biografía.       Por supuesto, y por necesidades del guión (lo siento, pero "guion" a la RAE no me gusta y yo como J.R. Jiménez me permito mis licencias), su tutora y profesora es insoportable y bastante obtusa. Ana, la madre de Michael y alter ego de @leavelez, entiendo, se justifica: "Ya, pues siento no ser más colaboradora, pero es que yo lo que quiero es animar su imaginación, no coartarla. Necesito

Encarna

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Yo tenía una bisabuela pelirroja y pequeñita que se llamaba Encarna. Pero esa es otra historia.        En 1920 Encarna tenía 16 años, el pelo rojo y el cuerpo lleno de pecas, tantas que cuando no podía dormir, se entretenía en contarlas y poco a poco un sueño dulce se la llevaba a Francia, donde una vecina se había ido a vivir y a servir. Una nena "pinta la rama" como sus hermanas, Visi y Piedad.      Ya no iba a la escuela: sabía leer y escribir y era buena haciendo sumas y restas. Pero Angelina, su madre, quería que tuviera una profesión y como en la escuela del pueblo la maestra no se había esmerado en la costura, decidió mandarla a Mieres a coser con doña Berta, que daba clases a niñas y jovencitas en edad casadera, de punto de cruz, de flores rococó,  y aprendían a cortar patrones muy modernos, que traía una hija de Bilbao.       Cada tarde, después de comer, cogía su labor y bajaba la cuesta en dirección a la villa. A veces, Visi iba con ella, porque te

FAUNA DE ASFALTO

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     Estaba pensando yo, que este próximo verano le dedico unas líneas a la fauna de playa, porque es rica en especímenes y divertida un rato.      Pero hay animales "pa rato" en mi "día diario" a los que analizar. Y es que hay momentos en los que de golpe y porrazo te encuentras con un espécimen y te dices: uff, esto tengo que contarlo. Así que, al asunto.        Estaba esta menda una tarde de estas haciéndose las uñas tan ricamente en un centro de belleza divino que hay cerca de mi casa. Es un sitio pequeñito,  con jefa y empleada, con buen rollo, música de fondo muy suave y el olor rico que dejan los potingues hechos con productos naturales y los esmaltes de colores. Es uno de esos sitios donde te relajas y te dejas mimar un ratillo, que de eso se trata esto de arreglarse cabelleras, pintarse manos y hacerse pies,  expresión a la  que no puedo dejar de dar vueltas.        Pues eso. Que allí estaba yo relajándome de una tarde de locos, cuando se abre la

Me acuerdo....

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       Para los desmemoriados como yo, recordar es un lujo. La vida se va llenando de pasado y los recuerdos son tesoros. Entre otras imágenes,  me vienen estas. Hay más,  pero me las reservo.😊  • Me acuerdo del día que murió mi bisabuela Aniceta. La velaron en casa y los niños, que no teníamos con quién quedarnos, estábamos en la cocina, con órdenes claras: nada de ruido y sin salir. Nos dieron para merendar una caja de galletas de esas de dos pisos, que sólo se abrían en ocasiones especiales, que contenían barquillos de chocolate envueltos en papel de colores brillante, por las que nos peleábamos todos, dejando las que no tenían ninguna gracia para el último que llegara y haciendo trampa con la capa de abajo, aunque teníamos prohibido empezar la segunda hasta que no hubiésemos acabado la superior.  • Me acuerdo de los bocadillos de pan untado con mantequilla y espolvoreado de chocolate de La Herminia rallado encima.   • Me acuerdo de unas katiuskas rojas y un paraguas t

Milines

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         En las ciudades,  dicen algunos, que no se lleva lo de los vecinos.  Dicen los mismos que es cosa de pueblos y de antes. Puede ser.     Criada en pueblo, dejábamos la puerta abierta de casa desde que llamábamos al timbre hasta que llegábamos arriba, sin miedo a intrusos; merendábamos si hacía falta en casa de Rosario y Aurelio, los vecinos de puerta, cuando en casa se iban a algún recado urgente; gritábamos desde la calle: "Mamá,  tiranos el bocadillo, o la goma de saltar, o la chaqueta"; pedíamos azúcar y sal, pero también sillas en Navidad, una niñera ante una emergencia y si hacía falta cama para familia llegada de las Américas.         Pero en la ciudad, o al menos en algunos barrios de tiendas pequeñas y bares conocidos donde dejar recados, también con suerte, se encuentran vecinos. Y por eso hoy, le hago un pequeño homenaje a la mujer del noveno, a Emilia, o Milines, como ella prefería.                Conocimos a Milines al poco de llegar aquí y no

Tardes de sábado

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     Hay un café en Gijón que a pesar de los cambios que la vida le ha impuesto, sigue manteniendo ese encanto de café viejo. Un local de esos en los que a la consumición le acompañan un comestible y cháchara. A pesar del lavado de imagen que le han querido dar los nuevos regentes, siguen manteniendo entre sus clientes fijos a las personas de una cierta edad.        Hay grupos de señoras con solera.  Gastan pintalabios grasos de color cereza y abultados peinados conseguidos con rulos prietos y laca; señoras de esas que cada sábado y domingo abren sus joyeros repujados y buscan un collar de perlas heredado o una pulsera que en su día fue regalo de un marido que las ha dejado viudas.  Consumen un café pequeño o si se estiran, un chocolate con churros, que a la hora oportuna, será su merienda-cena, ese concepto tan de antes, tan de siempre. Revuelven el azúcar con parsimonia, permitiéndose perder un tiempo que cuando eran más jóvenes les agobiaba. Y mientras giran la cucharilla un

Una de jóvenes

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Ahora que ya ha salido publicado en el blog que le corresponde, puedo hacerme eco y hablar de este libro.  Aún no había comentado en este blog ninguna lectura de esas llamadas juveniles e iba siendo hora. Pero no puedo empezar sin decir lo que pienso de la literatura juvenil y todo lo que la rodea. Por estar en contacto con niños y adolescentes, sé que las lecturas que nosotros, padres y profes les mandamos no les gustan o no les suelen gustar. Su primera reacción ante nuestras propuestas es de recelo y la verdad, muchas veces no me extraña .  ¿ Cuántas veces ignoramos sus gustos, sus vivencias ,  su capacidad lectora y simplemente recomendamos teniendo en cuenta nuestras lecturas, tirando de recuerdos - y lo que a nosotros nos gustó puede que ya esté un poquito desfasado- o recurriendo a lo más vendido? ¿Cuántas veces leemos "sus" libros para poder comentarlos con ellos, a pesar de saber como sabemos lo importante que es compartir lecturas ?  Hay verdaderas joyas

Siempre hemos vivido en el castillo

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      En la ciudad en la que vivo, como en toda ciudad que se precie, la vida, las herencias o las situaciones familiares han dejado unos cuantas casas abandonadas, a medio caer, rotas por dentro y por fuera.       Esas casas siempre me han generado una mezcla de miedo a lo desconocido, tristeza por una vida que ya no se vive, angustia por ver su estado... Gracias a una imaginación generosa me he inventado vidas y familias y dramas y muchos misterios en torno a esas paredes desvencijadas y grises.          Una de esas casas, grandiosa en el pasado, supongo, y tremenda en el presente, está en mi camino de todos los días. A veces al pasar junto al muro que la rodea puedo llegar a imaginar que alguien ajeno al mundo real mira desde una de sus ventanas sucias, rotas y observa a los que corremos de un lado a otro, imaginando cómo será eso de vivir en sociedad, olisqueando el aire de la calle. No hablo de okupas sino de antiguos propietarios que se han negado a abandonar las paredes qu

Un premio Nadal

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     Lo reconozco: soy un poco reacia a los premios. Quizás se deba a prejuicios tontos o puede que haya razones para reaccionar con recelo ante ellos, pero claramente, veo que hay un premio de por medio y me entra cosilla.    Cierto que no todos los premios son iguales. Algunos me huelen a chamusquina y otros en cambio me corroboran que el jurado, al menos, gusta del mismo tipo de libros que yo. Pero como sé que puede ser un recelo injustificado, suelo darles una oportunidad y ver si tenía razón o no.    Ya hace un par de años, Cabaret Biarritz de  José C Valés  me demostró que el Nadal es un premio con entidad. Disfruté tanto ese libro que pasé meses recomendándolo y aún a día de hoy, y existiendo en edición de bolsillo (lo que da pistas sobre la longevidad de un libro) si la ocasión se presenta hablo de él con cariño. Así pues, el Nadal en principio, me atrae.     Sumémosle quién lo gana este 2017. Care Santos  . Conozco la obra de Care Santos primero por su literatura juven

Felicidad familiar

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¿"Felicidad familiar"? ¡Cuentos chinos, oiga!😂        Y es que así se titula el libro que toca y que me ha hecho darle vueltas a esto de la familia.      No es mi intención hacer una reseña al uso. Las hay mejores y ya sólo el resumen de la editorial  ( a buena parte con  @librosdelasteroide ) da una idea clara sobre el libro. Más bien se trata de contar lo que este libro me ha hecho rumiar,pues más de una vuelta le he dado.        Es el segundo libro que leo de Laurie  Colwin. "Tantos días felices" fue el primero. Dos parejas, sus sueños, su evolución en sentimientos, relaciones,  ...Me gustó mucho, así que no dudé con este título tan utópico.        Polly es la protagonista de esta "Felicidad familiar". Es la mujer perfecta, la madre ideal, la hija soñada, la hermana maravillosa, la mujer exquisitamente educada, buena cocinera, anfitriona, trabajadora... Es tan odiosamente perfecta que se enamora de un pintor bohemio, amante de la soledad y

La mano izquierda de Peter Pan

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     Dos momentos temporales distintos: primeras décadas del siglo XX y la actualidad. Dos parejas de personajes: J.M. Barrie (autor de Peter Pan)  + Cinthia Asquith (la que fue su secretaria, amiga, confidente, ¿amante?, aprendiz, mano izquierda)  ; y David Prior + Moira  Fitzgerald (ambos profesores especialistas en la obra y milagros de los anteriores). Rodeando a estos cuatro protagonistas, una serie de secundarios, más o menos convincentes.      Dos momentos y dos lecturas. Porque me ha gustado la historia de Barrie  y Cinthia. He conocido los entresijos en torno a una obra que siempre me había resultado atractiva pero en la que nunca había profundizado. El personaje de J.M. Barrie me ha inspirado ternura, por su debilidad afectiva, por su locura, por su creatividad. Ese momento : “aplaudid,  si creéis en las hadas” ha sido siempre tan maravillosamente genial… En cuanto a Cinthia, los sentimientos han sido encontrados. Es una mujer bella, culta, exquisita en el trato,

Una temporada en el purgatorio

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    Dicen las malas lenguas y las oficiales, pues incluso El País se hace eco de esta noticia para reseñar la novela, que los personajes de Una temporada en el purgatorio son un trasunto de los Kennedy.      Dicen que este libro encierra una historia real: el asesinato sin resolver de una chica de 15 años, Martha Moxley, en 1975. El sospechoso fue su vecino Tommy Skakel, primo de los Kennedy, que había pasado la noche anterior flirteando con ella. El caso de Martha languideció entre las presiones de una familia rica, con contactos en todos los ámbitos.     Dicen también esas lenguas que Dominick Dunne, autor de esta novela, sensibilizado por el asesinato de su propia hija y conocedor del entorno en el que se movía este tipo de gente por su propia pertenencia a este grupo social, fue el que ayudó a reabrir un caso que había sido abandonado.       Son cábalas, suposiciones o hechos probados, no lo sé. Lo que sí sé es que esta novela es imprescindible. Me lo he pasado tan bien leyé

Una mujer de papel

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      Segundo libro del año: "La mujer de papel" de Rabih Alameddine y editado por @lumeneditorial. Para mí PRESCINDIBLE, pero con visos de imprescindibilidad. ¿Por qué? Pues porque no ha sido el mejor momento , seguramente. Y espero darle una oportunidad más adelante.      Hay libros que requieren atención y otros que soportan mil y una interrupciones. Este es de los primeros y ni mi cabeza ni mi corazón han estado al cien por cien para una lectura densa.          Pero si me quedo con algo es con Aaliya,su protagonista. Ya lo he dicho mil veces y mil veces más que lo diré. Me encantan las protagonistas fuertes, llenas de personalidad, resueltas, con vidas plagadas de decisiones erróneas y otras acertadas, que les ayudan a sobrellevar las nostalgias de lo no vivido. Me gustan las mujeres como Aaliya, sola, luchando con sus fantasmas, rechazando a su familia biológica porque no por ser su sangre le gustan. Me chifla esta mujer mayor de mentalidad joven que vive rodeada de

Un propósito

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     Vuelvo a proponerme leer todo lo posible en el nuevo año.  Y me doy cuenta una vez lo pongo por escrito, que así formulado, me hago trampa a mí misma.     Un propósito debe contener un esfuerzo. Es un propósito salir a caminar, porque no me apetece y quiero sofá.  Es un propósito comer más sano, porque me llaman a gritos los dulces.  Es un propósito ahorrar porque soy " culo veo, culo quiero", como dice aquella que me trajo al mundo.Y leer, ya sean 52 libros, 104 o 200 no me suponen esfuerzo. En todo caso, el propósito debería ser no comprar más libros hasta que no me lea los pendientes. Pero más bien, sería un despropósito.        Así que, una vez  me sincero conmigo misma, decido darle una vuelta. Y mi propósito va a ser la sinceridad. Toma ya!          Sinceridad para catalogar un libro. Con lo que conlleva.         Hay libros que nos tocan la fibra. Hay libros que nos entretienen. Hay libros que están hechos para desaparecer de la realidad mientras los lee